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Manel Seral Coca
Barcelona, Spain
Este site rinde homenaje al ocultista Manel Seral Coca, profesor de Kabbalah Alquimia y Ocultismo. Escritor e investigador, que trascendió este plano el 14 diciembre de 2005. Como tantos dijeron de él: !no supo "venderse"¡.Era un investigador nato. Su obra, oculta, valga la redundancia, merece ser divulgada. El no tenía tiempo para ello. Quizá, desde la luz, si lo tenga... Porque el saber no tiene precio. Siempre estará en nosotros.
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10 mar 2010

Entidades del Astral

El Astral
El Plano Astral es el plano de las ideas, el mundo donde se elabora la forma que deberá tener una cosa antes de que pueda ser manifestada en el mundo de la materia. Esto significa que, del mismo modo que un pintor deberá crear en su mente su obra antes de plasmarla en el lienzo, lo mimo sucede con todo cuanto existe en nuestro plano físico, todo lo que constituye el mundo de la materia, todo aquello que reviste una forma, ha sido previamente elaborado en su imagen en el plano astral. De este modo, el plano astral y el esquema que de una cosa se ha formado en él, marca la norma que regirá a la materia, y esta se adhiere al esquema marcado por aquella que establecerá su forma física.

El plano astral guarda, en primer lugar, todas las imágenes creadas por la mente del hombre y en segundo, las imágenes que aun no han llegado a manifestación, formuladas desde planos más elevados. Si nos atenemos al primer grupo de imágenes recordaremos que este plano guarda registrados nuestros pensamientos, positivos o negativos. Este primer grupo nos da pie para algunas meditaciones.

Si todos los pensamientos del hombre se hallan en él, también estarán escondidos en forma de símbolos nuestros deseos secretos, nuestros traumas y nuestras ambiciones y debilidades, junto con nuestros sueños y anhelos. Observaremos que esto coincide punto por punto con lo que nos dicen los psicólogos y psiquiatras acerca de las fases más recónditas de nuestra mente (subconsciente).

Las formas deben ser, pues, previamente elaboradas en el plano astral, luego a este plano van a parar también todos los impulsos creadores o emanaciones de la Primera Causa original. Cada “molde” astral dará lugar a una definida forma física, y para cambiar la forma será preciso cambiar previamente el molde astral. Este punto debe recordarse pues en él, cuando se logre desarrollarlo adecuadamente, está una de las claves del trabajo ocultista sobre nuestro plano físico.

Según los ocultistas, existen en el plano astral también ciertos tipos de “entidades”: `



Los Elementarios
Estos serían los restos, las cascaras, las formas astrales de hombres que han traspuesto el umbral de la muerte. Suele ser una forma astral perdida, un recuerdo del cuerpo del desencarnado; el molde, la imagen que servía de vehículo físico que queda en el astral como un cascarón vacío en vías de disolución.

Normalmente cuando las entidades permanecen en el astral, es que no se hallan todavía suficientemente evolucionados para pasar a planos superiores y se hallan en proceso de recapacitación y en espera de un nuevo cuerpo en el que seguir evolucionando. Estas entidades cumplen la misión de asimilar las lecciones aprendidas en su vida anterior y borrar los rasgos de su antigua personalidad, para prepararse para la adquisición de una nueva.

Una de las enseñanzas de algunos maestros es que, al morir, una de las misiones es disolver el cuerpo astral, que significa procesar y asimilar todo lo que lo que esta vida nos ha enseñado. Es mucho más raro de lo que nos imaginamos que una entidad entre en tal estado de pánico y de confusión que se quede aquí apegado a la tierra. Los espíritus errantes y los fantasmas de los familiares, es una cosa que es menos real de lo que creemos, finalmente son proyecciones nuestras de los recuerdos de estas personas, pero ya no son ellos. Si fueran ellos seria necesario para mantenerlos aquí que se mantuvieran las leyes básicas del plano físico, que dicen que todo ente que gasta energía en este plano, necesita energía. Todo ser que se mantiene aquí necesita nutrirse, lo cual llevaría al vampirismo puro, ya que para estas entidades sería la única manera de acceder a una fuente energética; tomar energía de los vivos. Estas entidades provocarían estados emocionales determinados a todo aquel susceptible de convertirse en su víctima, ya que sólo las emociones liberan la energía de tal modo que pueda ser asimilada. Así generarían estados de dolor, pena, miedo, terror, angustia, desesperación, miseria... Al ser un proceso antinatural y contrario a la evolución  trabajan con las energías o frecuencias bajas. Esto tipo de vampiros son menos frecuentes de lo que parece y no hay que confundirlos con una larva, ahora bien, se puede crear un vampiro contra su voluntad cuando se ha muerto alguien y en lugar de dejarlo ir lo que se hace es aferrarse al dolor, aferrarse al sufrimiento, a la amargura y mantenerlo allí durante años. Estos  casos son frecuentes  entre las personas aficionadas a conectar  mediante la ouija con sus seres queridos fallecidos, a la  larga este tipo de apego degenera en un mal trato sobre el consultante por parte del ente al que no se deja marchar.

El vampiro no puede entrar en tu casa a menos que lo invites”.

Los elementarios, como decíamos, no siempre están llenos, pueden ser cascarones vacios, meras imágenes ya abandonadas. Este sería uno de los ejemplos típicos del “fantasma de castillo”, que siempre repite la mima secuencia en las mismas horas, como si se pasara  el mismo fragmento de una película en la que se va repitiendo siempre la misma escena y sin que haya interacción alguna. Es una impregnación.

También otras formas que podemos encontrar  serían las de los soñantes o personas en tránsito que están  viajando, las formas de magos que están haciendo un determinado trabajo, etc... Todo esto se incluiría en el grupo de los Elementarios.



Los Elementales
Siendo estos los “agentes ejecutivos” del plano astral. Son entidades que poseen un cierto tipo de inteligencia de tal modo que pueden razonar en función de la misión que se les ha encomendado, de modo que puedan ceñirse a ella. Poseen los poderes que les brinda el plano al que pertenecen, y pueden asimismo actuar sobre el plano físico, pero no son en absoluto superiores mas que en apariencia, puesto que pueden ser dominados y utilizados por el hombre.  Son la fuerza que hace que un proceso natural se desarrolle.

En la antigüedad los llamados espíritus elementales, eran representados a menudo como pequeños hombrecillos de la naturaleza. Sería la maquinaria de la naturaleza representada de una manera romántica, si se quiere, y se  repartieron en 4 grandes grupos que corresponden  los 4 elementos del ocultismo: Fuego, Agua, Aire y Tierra. Las Salamandras, las Ondinas, los Silfos y los Gnomos respectivamente.

Podemos invocar a cualquiera de ellos estando en sintonía adecuada con lo que representan. Pueden, no obstante convertirse en verdaderos azotes para el sensitivo que se abandona en sus manos y se deja llevar con sus consejos, pues poseen la facultad de adoptar cualquier aspecto que les convenga y, si no son desenmascarados, engañan a su desprevenida victima jugando con ella, haciéndola depender de sus mensajes y promesas.

Convendría meditar atentamente sobre este último punto, pues nos puede dar la clave de muchos mensajes y apariciones de otros mundos, ya se trate de espíritus, de hadas, de diablos... o incluso de algunos casos de contactos extraterrestres. Por otro lado, los elementales resultan ser auxiliares inestimables para quien aprende a servirse de ellos, pues en su utilización esta la clave para ejercitar muchas de las posibilidades que nos ofrece el ocultismo práctico.

Si dejamos que el poder elemental nos domine, nos encontramos con la consciencia dominada por los 4 elementos, el símbolo del pentagrama invertido, la voluntad gobernada por las fuerzas elementales, que descontroladas pueden desquiciar completamente a un hombre.  Si no se tiene poder, que es presencia de ánima,  mejor no marearlos.




Las Larvas
Este será otro tipo de entidades que podríamos encontrar en el plano astral. Una larva resulta de la condensación de un deseo excesivamente poderoso que llega, en este plano, a adquirir una personalidad casi propia. Cuando nos obsesionamos con un pensamiento en particular, con un habito nocivo, con un vicio etc, este toma cierta corporeidad en el plano astral y llega a cobrar existencia como una entidad de dicho plano. Una persona que ha pasado toda la vida sufriendo, pasándolo mal, amargándose, viviendo encerrada en una casa... A través de toda una vida de sufrimiento puede haber creado un pensamiento cargado de emoción, una entidad nacida de toda esa amargura, de todo ese sufrimiento, de todo ese malestar. Se trata de un ser separado de su creador pero que necesita de esa energía de sufrimiento para mantenerse viva.

Se trata de un ser casi inteligente, es decir, no puede inventar sistemas nuevos ni salirse de su función o de la emoción por la que ha sido creada (particularidad común de todas las Formas de Pensamiento), pero sí puede tener inteligencia suficiente como para manejar a ciertas personas o a su creador con la intención básica de obtener lo que necesita: energía de la que alimentarse. Tiene, por tanto, un nivel de inteligencia análogo al que podríamos observar en un animal. Poseen una inteligencia animal, mínima, una inteligencia básica de supervivencia.

En el plano astral, seria el equivalente a un animal. Sería un animal astral y es una variante de forma de pensamiento.

Es una entidad que uno crea sin querer, involuntariamente, y que nace de una descarga emocional especifica. Por ejemplo, un hábito. Un fumador o un alcohólico, comienzan primero acostumbrándose a su hábito. Con el tiempo su dependencia les va creando crisis emocionales, estado emocionales anómalos, que terminan por verse a nivel astral como una especie de pasta o ameba pegada al astral de su creador. Literalmente es un vampiro, un ser que chupa energía emocional de la persona que la ha creado y que necesita obsesionar a dicha persona para que siga alimentándola. Cada vez que esa persona no puede resistir el impulso de seguir con su habito desprende energía de la que la larva se alimenta. Cuando una persona genera un hábito, un vicio, una dependencia, no hay en ello solamente un elemento físico debido a carencias orgánicas, sino también un elemento psíquico que normalmente no se tiene en cuenta: la larva.

Una larva ajena se puede destruir, al igual que las propias, pero no resulta especialmente fácil. Las distintas técnicas mágicas pueden servirnos para destruir una larva. También podemos emplear las puntas de acero o de hierro, crear una forma de pensamiento hostil a larva y también quien utiliza las runas o símbolos de diversa índole para destruirlas. De hecho, la única solución para combatir una larva es atacarla en el astral, ya que es una entidad que realmente participa de la naturaleza de ese plano.

También la auto destrucción o la autocompasión son larvas. Es como una lapa que se pega a nuestra espalda con la idea de sufrir, de no servir para nada, de ser un inútil, un desgraciado... El que se autodenomina gafe genera una larva del mismo estilo, que va ayudándole a generar su propia negatividad. Lo mismo ocurre con los llamados, humorísticamente, “propes2, los “propensos a los accidentes”.

La larva nace de un pensamiento pero no de un deseo voluntario y reclama ser alimentada, convirtiéndose en un ser vampírico que absorve la energía de aquel de quien depende. Esta es otra prueba de su falta de inteligencia real, porque pueden agotar a su portador hasta la muerte.

No es habitual que las larvas se “peguen” a alguien que no sea su creador, aunque si vamos a un sitio lleno de ellas puede ocurrir que salgamos de él descargados, cansados inexplicablemente. Cuando el portador muere, la larva pierde lo que le le suministraba energía, se debilita y muere o se desintegra.

Imaginemos a una persona que genera una larva de depresión y dolor. Un individuo que ha pasado los últimos diez años enfermo, solo, sin recibir visitas de su familia, olvidado y prácticamente en cama, amargado, saliendo de casa lo justo para cubrir sus necesidades, triste... Este sujeto puede ir generando una larva alimentando su pensamiento con su estado emocional continuado, repetitivo, y esta larva va fomentando esa depresión para alimentarse hasta que llega a matar a su creador. Esa larva de dolor puede ser lo bastante fuerte como para sobrevivir algún tiempo después de haber sido separada de su creador y quedar impregnada en la casa, aunque tendiendo a debilitarse progresivamente. Si en ese periodo entrara a vivir en esa casa una persona sensitiva, débil, sugestionable o con tendencias parecidas, aunque sea vagamente al individuo que la creó, la larva puede tomar posesión de esa persona y pasar a alimentarse de ella, encontrado una nueva forma de sustento. Aquí nos encontraríamos con esas personas que, sin motivo aparente, comienzan a sumirse en estados depresivos a raíz de un cambio de domicilio.

Es por esta razón que se recomienda algún tipo de limpieza astral cuando se entra a vivir en una casa, por si pudiera haber larvas de este tipo refugiadas en ella. No debemos obsesionarnos con esta posibilidad, es algo menos frecuente de lo que algunos tienden a pensar, pero puede ocurrir y una limpieza apropiada evitaría los riesgos.

Pese a lo que pudiera parecer, no estamos hablando en ningún momento de espíritus, de restos fantasmales de algún difunto, pese a lo que la literatura pudiera sugerir. No se trata de almas errantes, aunque a veces pudiéramos visualizar una larva con la forma de su creador (recordemos que la substancia astral es sumamente plástica). Aquello no tiene nada que ver con la persona ya, es solamente una cáscara, un cascarón astral en busca de energía para sostenerse. Los parapsicólogos llaman a esto “Impregnación”.

Algunos de los fenómenos de lo que llamamos posesión, son en realidad obsesiones por parte de estas larvas.

Es bastante difícil demostrar la existencia de una larva hasta que uno vive una experiencia al respecto. Son fuerzas que rodean nuestro entorno y con las cuales nos vemos obligados a luchar más de una vez. Cuando se realiza la limpieza de una casa. Lo que realmente hallamos allí no son maldiciones, ni males de ojo, ni magias negras, ni nada parecido, sino que generalmente se trata de larvas o de formas de pensamiento negativas enviadas por alguien o creadas por alguien.

Algunas obsesiones amorosas pueden llegar a constituirse en larvas. Eso no quiere decir que todas las obsesiones amorosas sean una larva. Las obsesiones amorosas que llegan a convertirse en larva son aquellas de “hace tantos años que se fue y no lo puedo olvidar...” Eso es una obsesión emocional que permite al sujeto seguir sufriendo regodeándose en él. Esa es la función básica de las larvas: absorber la energía del sufrimiento.

Pero la existencia de estas formas creadas por el pensamiento negativo, de estas “larvas”, es efímera, de modo que precisan nutrirse de energía, siendo el único sistema el tomarla de quien las ha creado, absorbiendo su energía emocional. De este modo, para mantenerse precisan mantener la fijación del hábito que representan llegando a obsesionar la mente del humano no permitiendo que su pensamiento pueda alejarse de tal obsesión.





Las Almas Grupales
Un alma grupal es otro tipo de entidad perteneciente al plano astral. Es un ser astral que tiene por función el desarrollar un mecanismo de control sobre un grupo determinado de entidades vivientes. Es algo similar a una mente colectiva que rige la historia de todo un grupo de animales, plantas o minerales. El alma grupal es lo que se encargaría de que la especie regida por ella desarrollara sus procesos metabólicos y sus mecanismos de su supervivencia.

Estas almas grupales las encontramos en el reino mineral, en el vegetal y en el animal en el que se hacen más evidentes. En algunos vegetales vemos comportamientos que parecen inteligentes, como las plantas que imitan los colores de ciertos insectos para que estos crean estar acercándose a una posible pareja y, así, impregnen sus patas del polen reproductor, o como otras plantas que desarrollan pequeñas pilosidades que hacen que la semilla posea una especie de paracaidas natural que flota en el viento y lleve la semilla lejos, propagando la especie... Estas técnicas de supervivencia de los vegetales parecen insinuar algún tipo de inteligencia que se halla más allá de la planta en sí.

En los animales resultará aún más fácil obvia la existencia de una alma de grupo, de una mente colectiva... observaremos que cada especie tiene una serie de reacciones que no parecen aprender de nadie. Decimos que es por instinto.

Parece ser que toda especie animal funciona como un todo, como si existiera una especie de mente colectiva que contiene las claves para el desarrollo del individuo de cara a la supervivencia de la especie misma. Los animales de cualquier especie nacen ya con un impulso interior que les dice lo que deben hacer para sobrevivir y que los humanos, a falta de una referencia mejor llamamos “instinto”. Los elefantes saben lo que deben hacer al morir y buscan el cementerio de elefantes más próximo, aunque nadie les haya educado acerca de ello ni hayan sido instruidos acerca de donde se hallan las distintas ubicaciones de estos cementerios. Los salmones saben que deben remontar los ríos para desovar en la parte alta de los mismos, aunque esto les cueste la vida, para que la especie tenga mas posibilidades de sobrevivir ya que los mayores depredadores se hallan en la desembocadura y, de no actuar así, los huevos o las larvas serian demasiado pequeñas para protegerse, siendo aniquilada la especie.

¿Quién les informa de esto y que fuerza les impulsa al propio sacrificio en beneficio de la especie?

Un caso curioso lo tenemos en los lemmings, una especie de perritos de las praderas, que se ubican en una isla cercana a Canadá. Cada cuatro años, comienzan una penosa expedición hacia lo alto de un acantilado y,  una vez allí, se arrojan al mar, nadando mar adentro hasta que tres cuartas partes de la especie sucumben. Pero, si no lo hicieran así, los lemmings acabarían con todo el alimento de la isla, liquidando a toda la especie. ¿Qué extraña fuerza lleva al sacrificio de los individuos por el bien de la especie?

Pero aun hay más. En cierto arrecife polinesio, se enseñó a algunos monos de una isla a lavar las raíces que comían antes de hacerlo. El resultado fue satisfactorio para ellos y al cabo de poco tiempo todos los monos de la isla habían aprendido a hacerlo. Lo curioso es que al cabo de algún tiempo los monos de otras islas también habían aprendido dicha práctica. ¿Cómo se había transmitido la información? ¿Podríamos suponer que alguna especie de mente colectiva transmitió lo que parecía ser una mejora para la especie?

Ejemplos como estos se repiten una y otra vez, sugiriendo que existe una mente colectiva que cuida por la supervivencia de la especie por encima de la del individuo. A esta especie de mente colectiva se la denomina “alma de especie” o “alma grupal” y, al parecer, los humanos no estamos exentos de esta particularidad.

El ser humano posee su propia alma grupal colectiva. En realidad, la propia especie humana genera guerras y enfermedades dispuestas para eliminar los excesos de población. El alma de la especie se encarga de toda la especie, si tiene que suprimir a una parte de la misma  para que esta perdure a través de los supervivientes, lo hará sin problemas. Para un alma grupal no supone un problema el tener que suprimir a unos cuantos individuos con el fin de que la especie sobreviva y ello se traduce en toda nuestra historia. Pero incluso deberíamos observar que funcionamos como almas grupales a muchos niveles: cada colectivo racial humano posee, además del alma colectiva, un alma propia, al igual que cada colectivo social o cultural. Cada alma grupal lucha para que el colectivo que rige se mantenga.

Si observamos al ser humano, es fácil reconocer la presencia directora de un alma grupal en sus comportamientos, cuando funcionamos como masa  (el fútbol, los culebrones, las noticias del corazón...) y se nos dan informaciones dan informaciones dispuestas a pulsar mecanismos de comportamiento más que voluntades individuales. El alma grupal se encarga de mantener los sistemas que nos organizan como especie y lucha contra cualquier intento de salirse de las reglas por el peligro que ello supone para la especie en sí y sus estructuras de supervivencia y apareamiento,de tal modo que las individualidades le resultan sospechosas y conflictivas.

Funcionamos como almas grupales y nos manejan precisamente a través de nuestra programación grupal. Cada persona que va desarrollando su propia individualidad, su propia independencia, su propia mente consciente o independiente, va alejándose y desenganchándose del alma grupal y, normalmente tienden a ser señalados con el dedo (“este es raro,”, “este no va con la masa”, “este no es de los nuestros”...). El alma grupal tiende a anular al individuo y sostiene la parte instintiva del hombre. La inmensa mayoría de la humanidad está gobernada directamente por el alma grupal y carece realmente de alma propia. El ser humano es víctima de la manifestación, de la globalización, la razón de la masa es más importante que la razón real. Hay algo que no nos han enseñado en toda esta cultura pacífica, democrática y aperturista en la que hemos estudiado, y es que la verdad no es democrática, es decir, que si dos millones de idiotas sostienen una idea eso no quiere decir que por eso sea más cierta.

El alma grupal es sólo una entidad funcional, no está sujeta a evolución en sí misma o a desarrollo alguno hacia otras esferas, como ocurriría con un alma individual. No es algo que tenga un camino hacia la transformación, es sólo un mecanismo, una especie de animal del astral, un ser con una casi inteligencia cuya única función es conseguir que la especie que rige funcione sin problema y sobreviva. No es un ser independiente, un nombre, una identidad, solamente es una función que le lleva a conservar y preservar la especie a su cargo.




Egregores
Hay almas grupales que se pueden crear de modo artificial. Un alma artificial es aquella que se crea cuando un grupo de personas se unen bajo un ideal común. El hecho de que un grupo de personas, un colectivo cualquiera, se mantenga unido y mantenga una especie de identidad propia depende de un alma grupal creada artificialmente. Esa alma grupal, al principio, es débil, no tiene poder básico, pero si se alimenta de un ideal común, de un propósito de crecimiento común, de una perspectiva común de futuro, de una esperanza colectiva y de una sensación colectiva de identidad, acaba por convertirse en una entidad casi inteligente con vida propia, cuya función es ayudar a los miembros del grupo, juntos o por separado, incluso a base de sueños, intuiciones o mensajes, para mantener la cohesión del grupo y desplazar del mismo a todo elemento disonante.

En función de esto, una persona contraria al espíritu del grupo, no integrada, puede tender a sentirse mal, a sentirse rechazada y molesta aunque nadie le dijera nada, y acabaría, como suele ocurrir, dejando el grupo. Es esa alma grupal la que filtra a todo individuo nuevo que trata de incorporarse al grupo y, si se adapta, lo integra, pero le da sensación de rechazo si no lo hace así. No son las personas las que producen ese rechazo, sino el alma grupal.

Es casi inteligente, así que tiene cierta capacidad de pensar aunque de una manera relativa. No puede crear ni inventar, no puede elaborar funciones ni propósitos distintos de aquellos para los que fue creada y evolucionará solamente con el mismo grupo, no puede crear sus propias premisas y hacer que el grupo las siga salvo en las perspectivas básicas que el grupo ha establecido. La muerte del alma, del ideal, implicará a corto plazo la disolución del grupo. No tiene posibilidad alguna de querer nada, sólo puede querer lo que quiere el grupo cuando está funcionando como tal. Sin embargo, algunas almas grupales, si son creadas con estas características, pueden proteger individualmente a los miembros del grupo. Pueden crear esa atmósfera en la que cada miembro del grupo se siente “pertenenciendo a”, “miembro de”, “parte de...”

A estas entidades se las denomina “egregor”. Los egregores son espíritus de grupo y se forman en cualquier tipo de grupo, entidad o institución social que podamos crear. Los locales y establecimientos también poseen sus propias almas y nos ocasionan simpatía y rechazo cuando entramos en ellos. Esas almas vienen construidas por los propietarios que crearon el negocio y pueden sobrevivir en forma de “ambientes” aunque el negocio haya cambiado de dueños o de tipo, para desgracia de los nuevos dueños que no saben cambiarla cuando es un alma de rechazo y poca afabilidad.

Un egregor no puede descontrolarse. Depende de las funciones de la organización y de las maneras de pensar y estados emocionales sumados. Hitler generó un egregor. Dios, tal como lo conocemos en las estampitas, es un egregor, y también el Diablo. Son entidades creadas por una fe y un pensamiento repetitivo hacia ellas y, aunque no tengan nada que ver con aquello que intentan definir, tienen existencia real sustentada por aquellos que creen en ellos y los alimentan con sus emociones y pensamientos. Precisamente la función de los gregarios es alimentar al egregor.

Un egregor tiene poder en función de la gente que cree en él, cuantas más personas crean en un determinado egregor más fuerza le suministran. Una antigua expresión: “Los viejos dioses han muerto”, se sostiene en esta idea porque los viejos dioses han desaparecido al carecer ya de fieles, al haber sido olvidados. Son egregores vacíos, no habiendo nadie que los alimente. Esta es la misión de las iglesias, conducir al rebaño, a los gregarios hacia una fe ciega; no se puede dejar morir al egregor.

Un egregor promueve la unidad de un grupo y puede ser tan bueno o malo como la unidad del grupo determine. Un juramento, dentro de un grupo, es un pacto (más vale evitar hacerlos). Algunos grupos fanáticos trabajan con egregores de este tipo y sus miembros, cuando abandonan el grupo, pueden tener problemas personales difícilmente explicables en términos racionales.

El poder de un grupo es mayor que la suma de sus partes y tan poderoso como la unidad del mismo. Muchos grupos mágicos o iniciáticos, sabedores de esto, recurren al trabajo en grupo. Cuaquier corriente de transformación, cualquier corriente de magia tiende a la creación de grupos por el mayor poder que esto supone. El egregor se suma al poder colectivo.

Así un egregor empazará a formarse cuando un grupo establece unas reglas de convivencia, un fin y algún tipo de ideal o línea de trabajo.
Cuando eso se determina, cuando eso se organiza grupalmente, se genera un egregor. Cualquier persona que no se sienta solidaria con esas pautas tiende a sentirse fuera.

Muchos grupos mágicos saben lo que es un egregor y contribuyen conscientemente a su formación, dándole nombre y forma y trabajando ritualmente para consolidarlo, reforzando así al egregor que se forma de manera natural.



Formas de pensamiento
Una forma de pensamiento es eso, una forma, imagen o entidad creada a través de la concentración mental y que llega a alcanzar una existencia real, poseyendo una carga propia que le viene dada por el pensamiento y la emoción, así como la intención, que se ha vertido en ella. Si observamos, nos daremos cuenta de que todo lo mencionado hasta no son sino variaciones de este concepto.

Es una entidad imaginaria que puede poseer la forma que se desee darle (incluso una simple bola de energía) a través de la imaginación. Para darle vida, es preciso transmitirle energía a través de esfuerzos de voluntad y de verter sobre ella una serie de emociones acordes con la función que deseamos proponerle. Podemos crearlas a voluntad, pero también podemos encontrarlas como enemigas en un momento determinado.

¿Para qué crear una forma de pensamiento? Una forma de pensamiento se crea con el fin de realizar un determinado trabajo. Esta entidad, confeccionad de materia astral, es una especie de pensamiento vivo, capaz de realizar algún tipo de trabajo que le encarguemos, dentro de sus limitaciones. Si analizamos lo que sabemos de magia, veremos que todo ritual o práctica mágica no es sino una técnica de construcción de una forma de pensamiento que se envía con un fin específico. Toda forma de pensamiento tiene cierta identidad propia y cierto poder, cierto nivel de vida, y puede ser empleada para un fin.

Una vez creada, una forma de pensamiento tiene su propia autonomía y hace su función independientemente de nosotros hasta que su energía se agota y tiende a disolverse. Si se desa mantenerla puede alimentársela periódicamente.


φφφφφφ


Para resumir acerca de los habitantes de este plano, incluiremos un esquema elaborado por Papus, un gran ocultista francés que vivió a finales del siglo XIX y principios del XX. Este esquema resume el conjunto de entidades que podemos encontrarnos en este plano:

Las entidades creadoras, portadoras de la voluntad del Todo original, dedicadas a guiar a las imágenes que luego habrán de revestir forma.

Los fluidos y fuerzas propios de este plano.

Los elementales con sus diversas categorías.

Las formas del porvenir, prontas a manifestarse en el inundo físico y las formas. Constituidas por la reflexión, en negativo, del mundo divino.

Las imágenes astrales de seres y cosas, reflexión del plano físico.

Los fluidos astrales emanados de la voluntad humana o del mundo divino, operando a través del plano astral.

Los cuerpos astrales de los seres sobrecargados de materia (suicidas), de seres en vías de evolución (elementales) y de entidades humanas que atraviesan el astral al encarnar (nacer) o al desencarnar (morir). Se pueden incluir también los cuerpos astrales de los adeptos o los brujos en momentos de experimentación.

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